domingo, 1 de marzo de 2009

HOMILIA. 1-II-2009. 1 DE CUARESMA

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Con los símbolos no se puede jugar. ¿Por qué son tan importantes las realidades simbólicas para las personas, los pueblos o grupos humanos? Pues porque el símbolo es lo que une los sentimientos del grupo, y por lo mismo de todo ser humano que se identifica con el grupo. Símbolo precisamente es esta realidad que “une”. Y todo grupo humano necesita sentirse unido. Todo ser humano necesita sentirse identificado con el grupo y en esta identificación tiene un lugar muy importante los símbolos reconocidos y vividos por el grupo.
El miércoles pasado, llamado de ceniza, las comunidades cristianas iniciaban la cuaresma, un itinerario o camino, es importante el camino, pero sobre todo es importante a donde nos lleva el camino. Nosotros sabemos que la cuaresma termina en la gran semana, en la Semana Santa y esta en la muerte y resurrección de Cristo. Éste es el final del camino: Nuestra unión a Cristo muerto y resucitado, para vivir la novedad de Vida.
No perdamos de vista, pues, la meta, caminamos hacia la Pascua, como los israelitas caminaron “durante cuarenta años” hacia la tierra Prometida, hacia la libertad. Pascua, recordémoslo una vez más, significa paso: “Dios pasa”, y nosotros estamos llamados a pasar, con Cristo, a la Casa del Padre. Cristo es nuestra Pascua, proclamará el apóstol Pablo.
Pero este paso, la Pascua, simbólicamente ya se ha realizado en nuestras vidas el día de nuestro bautismo. San Pedro en su primera carta hoy nos recuerda que lo de Noé “era un símbolo del bautismo que nos salva”. Cuántas veces la iglesia es representada como la barca de Noé o la de Pedro, los que están dentro, se salvan. Y el apóstol Pablo muchas veces nos recuerda” que hemos sido incorporados a la muerte de Cristo, para resucitar con Él” Hemos entrado en la dinámica de una vida nueva.
La vida del hombre, como la de Cristo, es una vida marcada por la prueba, por la tentación, Cristo se mantuvo, pero los hombres caemos. En las caídas y recaídas Cristo nos tiende la mano y quiere levantarnos de nuestra postración.
A partir del siglo tercero en la cuaresma se preparaban aquellas personas adultas que querían entrar a formar parte de la comunidad cristiana a través del bautismo, la confirmación y la eucaristía, a esto se llamaba catecumenado, que ha sido restaurado, pero también a los ya bautizados se nos invita a renovar, a revivir, a hacer conciente en nuestras vidas “este símbolo que nos salva” el bautismo, nuestra unión a Cristo en su muerte y resurrección.
No perdamos de vista que la cuaresma es un camino, que no sólo desemboca a unas vacaciones de Semana Santa, sino sobre todo a la unión con Cristo. A renovar y revivir nuestro compromiso cristiano.
Es un tiempo de intensa oración, de solidaridad con el necesitado, ayuno y limosna. Es un tiempo de escucha atenta de la Palabra de Dios. “Si hoy escucháis su voz no endurezcáis vuestro corazón”. Es un tiempo de “autodominio” y de ejercitarnos en las buenas obras. Lo hacemos los cristianos, pero en este caminar: tiempo de cuaresma, con más intensidad, es como “el tiempo propicio” para la siembra a fin de poder recoger los frutos del Espíritu.
P. Miquel Bonet Nicolau C.R.

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