viernes, 20 de marzo de 2009

HOMILIA. IV DOMINGO DE CUARESMA. 22-03-2009


IV DOMINGO DE CUARESMA . 22-03-2009.


El pasado domingo san Pablo nos recordaba nuestro compromiso de predicar a Cristo crucificado, aunque para algunos sea un escándalo o una necedad, pues, para los cristianos es donde pende la salvación para cuantos crean en él, sean de la nación que sean.
San Juan hoy nos recuerda el diálogo de Jesús con Nicodemo en donde le anuncia que el Hijo del Hombre tiene que se elevado, para que todo el que crea en él, tenga vida eterna. Cristo crucificado es el Hijo del Hombre elevado entre el cielo y la tierra.
Decíamos, el domingo pasado, que el la cruz se manifiesta toda la miseria humana y la grandeza de Dios. En la cruz se ven todas las injusticias, todas las incomprensiones, todos los odios humanos a la vez que se manifiesta la grandeza y la justicia de Dios: “Como era el justo, nos dirá la Escritura de Cristo crucificado, no podía morir y Dios haciendo justicia lo llena de vida. Ésta fue la convicción y el grito de aquellos primeros seguidores de Jesús y también el nuestro. No sólo resucita sino que es la esperanza de vida para todos aquellos que asuman su humanidad como Él la asumió, para todos aquellos que crean y tengan una vida como la suya.
Dios nos ama tanto que entrega su Hijo, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna. Esta es la voluntad de Dios Padre: la salvación de los hombres. Pero esta salvación ofrecida gratuitamente, tiene que ser aceptada, también, gratuitamente. El hombre puede elegir la tiniebla o la luz, es decir vivir en Dios que es luz, o fuera de Dios que es tiniebla.
Y en esto consiste el juicio según san Juan: que la luz vino al mundo y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz… , pero el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios. Fijaos que dice “el que realiza la verdad”, no “el que dice la verdad”, se trata de realizar la verdad, nuestra coherencia entre lo que somos y lo que hacemos.
San Pablo, también hoy sobreabunda en la misericordia y el gran amor con que Dios nos amó. Recordándonos que estamos salvados por su gracia mediante la fe. La salvación es un don, no se debe a nuestras obras, para que nadie se vanaglorie. Nuestras obras deben ser reflejo del Espíritu que nos anima, somos obra suya. Hemos sido creados en Cristo Jesús para que nos dediquemos a las buenas obras.
En este tiempo de cuaresma vamos repitiendo que es un camino hacia la Pascua, hacia el encuentro con Cristo, muerto y resucitado. Ya estamos unidos a Él por la fe y el bautismo, pero tenemos que penetrarnos cada vez más de esta nueva humanidad que brota de la entrega de Cristo.

P. Miguel Bonet Nicolau C.R.

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