sábado, 14 de marzo de 2009

HOMILIA. III DOMINGO DE CUARESMA. 15-03-2009

III DOMINGO DE CUARESMA 15-II-2009

Los judíos piden signos, los griegos buscan sabiduría, nosotros, dice San Pablo (los cristianos) predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, pero para los llamados, sean de la nación que sean, un Mesías, que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Se nos invita a fijar nuestra mirada en la cruz, para descubrir en ella toda la gloria den Dios y la miseria humana. Sólo los cristianos así lo manifestamos, así lo creemos: un Dios que se hizo hombre, con todas las consecuencias, obediente hasta la muerte y muerte de cruz, pero la misma fuerza de Dios, el Espíritu que le animaba nos lo devuelve lleno de Vida, más aún, nos asegura que todos los que sigamos sus pasos, aún dentro de las incomprensiones humanas, también tendremos vida en Él.
Me decía un amigo musulmán: ¡Qué raros sois los cristianos que matáis a vuestro Dios! ¿Qué Dios es este que se deja clavar en la cruz? Este es el gran misterio en que hemos creído y que nos salva: la encarnación del Hijo de Dios, con todas las consecuencias, asumiendo la miseria humana, la incomprensión, el rechazo. Jesús de Nazaret es la imagen del Dios invisible, que nos manifiesta el gran amor con que nos ama y la bendición que quiere derramar sobre toda la humanidad.
El instruyó a sus discípulos, también a nosotros, y nos recuerda las incomprensiones que puede llevar una vida coherente con la voluntad de Dios. Nos enseña que lo importante es entregarse, servir a la causa humana, que es la causa de Dios. Hay que darse, como el grano de trigo, para poder dar fruto. No hay amor más grande que aquel que da la vida por los amigos. Y Cristo la dio por mí, por ti, por toda la humanidad. Nos enseña e insiste en la necesidad de ponernos al servicio de los demás, a la vez que nos recuerda que en el hombre servimos y reconocemos al Dios que nos salva.
“No convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”, porque cada vez que maltratamos al ser humano, cada vez que lo violentamos o lo explotamos profanamos el templo de Dios, su presencia en medio de la humanidad. Esta es nuestra fe: el hombre es “imagen y semejanza de Dios” y Jesús nos lo recuerda en este pasaje de San Juan proclamado en este domingo. “Los discípulos se acordaron de lo que había dicho y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho”. Desde la resurrección se comprenden muchas cosas. Al final de la vida se comprenden muchas cosas que en los tiempos presentes no terminábamos de comprender.
Por el desierto de la vida vamos haciendo camino hacia la casa del Padre con la fuerza del Espíritu. Ante las incomprensiones, ante las caídas Él nos anima a levantarnos, a fin de que cada día nos parezcamos más a Él, vivamos más acordes según la Humanidad Nueva que nos da Jesús.

P. Miquel Bonet Nicolau C.R.

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