martes, 13 de enero de 2009

HOMILIA. BAUTISMO DEL SEÑOR

BAUTISMO DEL SEÑOR (11-I-2009)

Ritos de purificación los encontramos en muchas culturas, de ayer y de hoy. El sentimiento de impureza está muy arraigado en el corazón de la humanidad y los hombres buscan purificarse, lavarse, quedar limpios y para ello, nada mejor que el símbolo del agua.
Jesús no necesitaba purificarse, pero también se acerca para sumergirse en el rito, que desde su muerte y resurrección adquiere un nuevo significado. Nos sumergimos en su muerte y resurrección, para nacer a una nueva vida.
El símbolo del agua es muy potente. El agua es vida, pero también es muerte. Y esto es lo que se realiza y simboliza en nuestro bautismo morimos al pecado, a la maldad, al hombre viejo, dirá el apóstol Pablo, para resucitar al hombre nuevo, a la gracia y a la vida del Espíritu del Resucitado.
Al evangelista Juan le gusta jugar con los símbolos y nos recuerda que del costado de Jesús salió agua y sangre. Y hoy en el texto de su carta nos recuerda “al que vino con agua y con sangre. No sólo con agua, sino agua y sangre y el Espíritu da testimonio…”
¿Qué sería de nuestra vida sin el agua que nos sostiene y la sangre que riega nuestras venas y el espíritu que hace posible el oxígeno para la vida? De lo material nos elevamos hacia lo espiritual y somos capaces de descubrir que nuestra vida pende de un hilo: agua, sangre, espíritu. Es decir, pende de Dios.
El domingo pasado hablábamos de la Palabra con la cual se hizo todo. Hoy el profeta Isaías nos ofrece una imagen agrícola que nos habla de la lluvia y la nieve que empapan la tierra y que no regresan al cielo sin antes haber fecundado la tierra y hacer germinar la semilla que da pan al sembrador. Así será mi palabra, dice el Señor, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.
Leído el texto desde la muerte y resurrección de Cristo no podemos menos que pensar que esta Palabra de Dios, es Jesús de Nazaret, el hijo d María, el hijo amado del Padre, a quien se nos invita ha escuchar, según el evangelista Mateo.
Agua, Sangre y Espíritu nos recuerdan los sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo, Eucaristía, Confirmación. Ello nos une a Cristo a quien tenemos que escuchar y seguir. A la vez compartir con los demás. La vida en Dios cuando más se da más crece, a pesar de la increencia, o el materialismo que nos envuelve el cristiano sabe que más allá de todo lo que vemos y pasa está el Espíritu de Dios que nos llama a vivir íntimamente en Él

P. Miquel Bonet Nicolau C.R..

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