jueves, 28 de mayo de 2009
HOMILÍA. PENTECOSTÉS 2009
PENTECOSTÉS
La historia del Espíritu Santo es tan larga como la de Dios. Claro que sí. Ya en el libro de los Orígenes se nos dice que el Espíritu se cernía sobre las aguas originarias. Y por la Palabra, toda aquella situación caótica fue convertida en un orden, en el cosmos.
Podríamos decir que el Espíritu de Dios en la Biblia tiene como tres etapas en su concepción. Es entendido como una fuerza de Dios que se da a unas personas concretas, para sostener su misión, así a los jueces, los profetas i Moisés suspira para que llegue el día en que el Señor derrame su Espíritu sobre todo el pueblo (Números 11.29).
En el profeta Joel 3.1ss es cuando el Señor promete que en los tiempos definitivos “derramaré mi Espíritu sobre todos”. Y en Pentecostés, los tiempos definitivos, se hace realidad la promesa y el nuevo Israel eclesial queda lleno del espíritu de Dios y empieza a expresarse de una manera nueva.
Es este Espíritu, tantas veces prometido por Jesús, según el evangelista san Juan, el Espíritu Defensor, que nos llevará a la Verdad plena. Es el Espíritu que lleva a los creyentes a adorar a Dios “en Espíritu y Verdad” estén donde estén.
Es aquel Espíritu que nos lleva a la reconciliación, al perdón de los pecados, a ser personas reconciliadas y reconciliadoras, criaturas nuevas.
Es el Espíritu que acompaña a toda la Iglesia y a todos los creyentes para que pueda llevar a término la misión que se le ha confiado; ir al mundo entero y pregonar la Buena Noticia de la salvación ofrecida a toda la creación. “Como el Padre me ha enviado, también os envío yo: recibid el Espíritu Santo…” ¿Y a qué vino Jesús al mundo? A manifestarnos como Dios nos ama y como nosotros podemos amarnos y estar en comunión con Él y con toda la creación.
San Pablo también nos recordará que sólo por la fuerza del Espíritu podemos reconocer que Jesús es el Señor, es decir, es Dios. Y porque hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, formamos un solo cuerpo con Él. Es el Cuerpo de Cristo en el cual cada uno tiene su lugar, una misión que cumplir. Todos diferentes, pero unidos en Él, cada uno en su lugar empujados por el Espíritu que hace posible la armonía en toda la creación.
Los que se dejan llevar por el espíritu de Dios trabajan por la unidad, para reforzar los lazos de unión. Es el Espíritu que nos ayuda a vencer todos los miedos. No temamos abrirle el corazón a su gran amor.
Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra. Haznos personas nuevas llenas de todo tu amor y que nuestras palabras y hechos derramen tú paz en nuestro caminar por el mundo.
P. Miguel Bonet Nicolau C.R.
La historia del Espíritu Santo es tan larga como la de Dios. Claro que sí. Ya en el libro de los Orígenes se nos dice que el Espíritu se cernía sobre las aguas originarias. Y por la Palabra, toda aquella situación caótica fue convertida en un orden, en el cosmos.
Podríamos decir que el Espíritu de Dios en la Biblia tiene como tres etapas en su concepción. Es entendido como una fuerza de Dios que se da a unas personas concretas, para sostener su misión, así a los jueces, los profetas i Moisés suspira para que llegue el día en que el Señor derrame su Espíritu sobre todo el pueblo (Números 11.29).
En el profeta Joel 3.1ss es cuando el Señor promete que en los tiempos definitivos “derramaré mi Espíritu sobre todos”. Y en Pentecostés, los tiempos definitivos, se hace realidad la promesa y el nuevo Israel eclesial queda lleno del espíritu de Dios y empieza a expresarse de una manera nueva.
Es este Espíritu, tantas veces prometido por Jesús, según el evangelista san Juan, el Espíritu Defensor, que nos llevará a la Verdad plena. Es el Espíritu que lleva a los creyentes a adorar a Dios “en Espíritu y Verdad” estén donde estén.
Es aquel Espíritu que nos lleva a la reconciliación, al perdón de los pecados, a ser personas reconciliadas y reconciliadoras, criaturas nuevas.
Es el Espíritu que acompaña a toda la Iglesia y a todos los creyentes para que pueda llevar a término la misión que se le ha confiado; ir al mundo entero y pregonar la Buena Noticia de la salvación ofrecida a toda la creación. “Como el Padre me ha enviado, también os envío yo: recibid el Espíritu Santo…” ¿Y a qué vino Jesús al mundo? A manifestarnos como Dios nos ama y como nosotros podemos amarnos y estar en comunión con Él y con toda la creación.
San Pablo también nos recordará que sólo por la fuerza del Espíritu podemos reconocer que Jesús es el Señor, es decir, es Dios. Y porque hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, formamos un solo cuerpo con Él. Es el Cuerpo de Cristo en el cual cada uno tiene su lugar, una misión que cumplir. Todos diferentes, pero unidos en Él, cada uno en su lugar empujados por el Espíritu que hace posible la armonía en toda la creación.
Los que se dejan llevar por el espíritu de Dios trabajan por la unidad, para reforzar los lazos de unión. Es el Espíritu que nos ayuda a vencer todos los miedos. No temamos abrirle el corazón a su gran amor.
Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra. Haznos personas nuevas llenas de todo tu amor y que nuestras palabras y hechos derramen tú paz en nuestro caminar por el mundo.
P. Miguel Bonet Nicolau C.R.
miércoles, 20 de mayo de 2009
HOMILIA. ASCENSIÓN DEL SEÑOR. 24-V-2009
ASCENSION DEL SEÑOR
“Subió Al cielo y está sentado a la derecha de Dios”. Sí, hace mucho que nos dejó físicamente, y el mismo instruía a sus discípulos de que era necesario de que se fuera, que era conveniente, para que el espíritu que mandaría del Padre nos guiara hacia la verdad plena.
Nos ha dejado y a la vez está, ha cambiado su manera de aparecer o de ser en relación a nosotros, es el mismo, pero distinta su presencia. El siempre nos acompañará hasta el fin de los tiempos. Dice escuetamente el evangelista san Marcos: “Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que les acompañaban”.
Cuán importante es esto de que a la palabra le acompañen los hechos. Y a la vez que los hechos sean explicados por la palabra. Dice Pedro en los hechos de los apóstoles. Os maravilláis porque este paralítico haya sido curado, no es por nuestra causa, es en el nombre de Jesús de Nazaret, por el que veis hoy sano y salvo a este hombre. Así son las cosas y hay que decirlas por su nombre.
Los creyentes aprenden a poner las cosas en su sitio y si pregonan solidaridad, saben que hay que vivirla. Si llaman a la reconciliación, hay que vivir esta reconciliación. Sí , el Señor Jesús sigue hoy con signos, con hechos confirmando la palabra de la Iglesia, Veamos si no la cantidad de santos y santas, de personas entregadas con riesgo de sus vidas a la causa del evangelio, creyentes entregados por la causa del Reino en situaciones heroicas.
Sí, podemos afirmarlo, unidos a san Padre, todo en nombre de Jesús de Nazaret, cuyo Espíritu nos acompaña para sostener nuestra debilidad. El és el único, ayer, hoy y siempre que nos salva, que a transformado y glorificado la naturaleza humana y que sigue llamando a todo hombre y mujer a transformarse y a transformar la humanidad.
La Iglesia, toda la comunidad creyente se sabe enviada al mundo a proclamar el evangelio a toda la creación, “la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta que llegue la plena manifestación de los hijos de Dios”, así lo dice Pablo a los Romanos.
La Iglesia toda, y nosotros en ella y con ella, estamos llamados a ser sacramento de salvación universal, unidos a Cristo, somos signo, señal e instrumento de salvación para toda la humanidad.
En Cristo junto a Dios Padre, de donde procedía, está nuestra naturaleza humana glorificada. El es nuestra esperanza y con él aquí y ahora queremos vivir su vida de entrega y de amor.
P. Miguel Bonet Nicolau C.R.
“Subió Al cielo y está sentado a la derecha de Dios”. Sí, hace mucho que nos dejó físicamente, y el mismo instruía a sus discípulos de que era necesario de que se fuera, que era conveniente, para que el espíritu que mandaría del Padre nos guiara hacia la verdad plena.
Nos ha dejado y a la vez está, ha cambiado su manera de aparecer o de ser en relación a nosotros, es el mismo, pero distinta su presencia. El siempre nos acompañará hasta el fin de los tiempos. Dice escuetamente el evangelista san Marcos: “Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que les acompañaban”.
Cuán importante es esto de que a la palabra le acompañen los hechos. Y a la vez que los hechos sean explicados por la palabra. Dice Pedro en los hechos de los apóstoles. Os maravilláis porque este paralítico haya sido curado, no es por nuestra causa, es en el nombre de Jesús de Nazaret, por el que veis hoy sano y salvo a este hombre. Así son las cosas y hay que decirlas por su nombre.
Los creyentes aprenden a poner las cosas en su sitio y si pregonan solidaridad, saben que hay que vivirla. Si llaman a la reconciliación, hay que vivir esta reconciliación. Sí , el Señor Jesús sigue hoy con signos, con hechos confirmando la palabra de la Iglesia, Veamos si no la cantidad de santos y santas, de personas entregadas con riesgo de sus vidas a la causa del evangelio, creyentes entregados por la causa del Reino en situaciones heroicas.
Sí, podemos afirmarlo, unidos a san Padre, todo en nombre de Jesús de Nazaret, cuyo Espíritu nos acompaña para sostener nuestra debilidad. El és el único, ayer, hoy y siempre que nos salva, que a transformado y glorificado la naturaleza humana y que sigue llamando a todo hombre y mujer a transformarse y a transformar la humanidad.
La Iglesia, toda la comunidad creyente se sabe enviada al mundo a proclamar el evangelio a toda la creación, “la creación entera está gimiendo con dolores de parto hasta que llegue la plena manifestación de los hijos de Dios”, así lo dice Pablo a los Romanos.
La Iglesia toda, y nosotros en ella y con ella, estamos llamados a ser sacramento de salvación universal, unidos a Cristo, somos signo, señal e instrumento de salvación para toda la humanidad.
En Cristo junto a Dios Padre, de donde procedía, está nuestra naturaleza humana glorificada. El es nuestra esperanza y con él aquí y ahora queremos vivir su vida de entrega y de amor.
P. Miguel Bonet Nicolau C.R.
HOMILÍA
V DOMINGO DE PASCUA. 10 DE MAYO 2009
En los discursos de Jesús que nos narra san Juan encontramos una autorevelación de Jesús, es decir, el mismo se identifica con imágenes tomadas ya de la vida pastoril ya la agrícola, introduciendo la imagen con una expresión característica: “Yo soy”.
El pasado domingo se presentaba con el “Yo soy el buen pastor”, porque conoce a sus ovejas y a la vez éstas le conocen a Él También se identificará con el “Yo soy la puerta”, con “Yo soy el camino”…
En este domingo la parábola, o imagen está tomada de la vida agrícola. “Yo soy la vid verdadera”. Así como en la imagen del buen pastor nos habla del conocimiento mutuo:”conocer y reconocer”, en la imagen de la vid está la íntima unión con los sarmientos, éstos no pueden dar fruto si no están unidos a la vid. Así somos los cristianos, los discípulos de Cristo, sólo unidos a Él podemos dar fruto.
Ya en el A.T. estas imágenes son usadas por los profetas para hablar del gran amor con que Dios ama a su pueblo. “Mi amigo tenía una viña que cuidaba con todo primor, mas esta viña en vez de dar uva dio agrazones…” También los Sinópticos ponen en boca de Jesús las parábolas de la viña y los viñadores que no quieren entregar sus frutos.
Pero el evangelista Juan, siempre tan original, identifica la viña, o la vid con el mismo Jesús. “Yo soy la vida verdadera”, como en el caso del buen pastor, si se identifica con la vid verdadera será que las hay falsas, que no dan el fruto deseado por el Viñador.
Jesús es la Vid que no defrauda al Viñador, Dios Padre, y los que estamos unidos a Él, a Cristo, tampoco debemos defraudar. La imagen utilizada por Jesús es muy gráfica y sugerente. Está claro que si los sarmientos no están íntimamente unidos a la vid no dan fruto.
La parábola nos habla de una acción muy interesante “Todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que de más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado…”
Interesante observación si queremos dar fruto hay que estar dispuestos a que se nos limpie, a que se nos pode, cada uno sabrá de qué.
Cabe una buena reflexión ¿Cómo estoy unido a Cristo? No se trata de decir “Señor, Señor”, sino de hacer su voluntad: Dar fruto. “En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros, como yo os he amado” “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”, dice Jesús. Y el creyente sabe que sin Cristo, muy poco podemos hacer.
Celebrar la eucaristía nos compromete a amar como Cristo nos ama, que su Espíritu nos llene de vida y alegría y demos el fruto que el espera de cada uno.
P. Miquel Bonet Nicolau CR.
En los discursos de Jesús que nos narra san Juan encontramos una autorevelación de Jesús, es decir, el mismo se identifica con imágenes tomadas ya de la vida pastoril ya la agrícola, introduciendo la imagen con una expresión característica: “Yo soy”.
El pasado domingo se presentaba con el “Yo soy el buen pastor”, porque conoce a sus ovejas y a la vez éstas le conocen a Él También se identificará con el “Yo soy la puerta”, con “Yo soy el camino”…
En este domingo la parábola, o imagen está tomada de la vida agrícola. “Yo soy la vid verdadera”. Así como en la imagen del buen pastor nos habla del conocimiento mutuo:”conocer y reconocer”, en la imagen de la vid está la íntima unión con los sarmientos, éstos no pueden dar fruto si no están unidos a la vid. Así somos los cristianos, los discípulos de Cristo, sólo unidos a Él podemos dar fruto.
Ya en el A.T. estas imágenes son usadas por los profetas para hablar del gran amor con que Dios ama a su pueblo. “Mi amigo tenía una viña que cuidaba con todo primor, mas esta viña en vez de dar uva dio agrazones…” También los Sinópticos ponen en boca de Jesús las parábolas de la viña y los viñadores que no quieren entregar sus frutos.
Pero el evangelista Juan, siempre tan original, identifica la viña, o la vid con el mismo Jesús. “Yo soy la vida verdadera”, como en el caso del buen pastor, si se identifica con la vid verdadera será que las hay falsas, que no dan el fruto deseado por el Viñador.
Jesús es la Vid que no defrauda al Viñador, Dios Padre, y los que estamos unidos a Él, a Cristo, tampoco debemos defraudar. La imagen utilizada por Jesús es muy gráfica y sugerente. Está claro que si los sarmientos no están íntimamente unidos a la vid no dan fruto.
La parábola nos habla de una acción muy interesante “Todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que de más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado…”
Interesante observación si queremos dar fruto hay que estar dispuestos a que se nos limpie, a que se nos pode, cada uno sabrá de qué.
Cabe una buena reflexión ¿Cómo estoy unido a Cristo? No se trata de decir “Señor, Señor”, sino de hacer su voluntad: Dar fruto. “En esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros, como yo os he amado” “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando”, dice Jesús. Y el creyente sabe que sin Cristo, muy poco podemos hacer.
Celebrar la eucaristía nos compromete a amar como Cristo nos ama, que su Espíritu nos llene de vida y alegría y demos el fruto que el espera de cada uno.
P. Miquel Bonet Nicolau CR.
martes, 5 de mayo de 2009
HOMILIA IV DOMINGO DE PASCUA. 3 DE MAYO 2009
IV DOMINGO DE PASCUA
Aunque vivamos en la gran ciudad y la vida nómada y pastoril no forma parte de nuestra experiencia, la imagen del buen pastor no nos resulta tan extraña. Sabemos lo que significa dar la vida por los amigos, arriesgarse por las personas que amamos.
Jesús, se nos dice en la parábola, no es un asalariado que espera el final del día para percibir su salario y que poco le importa lo que lleva entre manos. Jesús es el buen pastor, porque lleva a buen término la función de cuidar lo que es suyo, lo que el Padre le ha confiado. Pastor y rebaño forman una unidad. Hay un conocimiento y reconocimiento mutuo. Una relación personal con cada uno. Podríamos aplicar al buen pastor lo que canta el salmista: Señor tu me sondeas y me conoces, cuando me siento y me levanto, todas mis sendas te son familiares.
Sí, él nos conoce, antes de que llegue mi palabra a mi boca, tú, Señor ya la sabes. Y porque nos conoce quiere guiarnos en donde podamos gozar de la vida, donde podamos alimentarnos y encontrarnos a gusto.
Peligros no nos faltan, la convivencia no es fácil, el lobo está al acecho para lanzarse sobre la presa, la más débil para conseguirla. Pero el buen pastor sabe también de toda esta realidad, ha pasado por la experiencia del rebaño, él se hizo cordero “y enmudeció cuando lo llevaron al matadero” y sabía que su vida entregada iba a llenar de vida a todo el rebaño.
Y porque nos conoce y sabe de los riesgos que corremos nos envía su Espíritu Defensor. El Espíritu que habita en nosotros para fortalecer la debilidad de nuestra carne,.
Jesús es el buen pastor que se entrega por nosotros y para nosotros y no olvidemos todos los mensajes que nos ha dado, entre otros, “así como yo os he amado, amaos los unos a los otros.
Es verdad que los sacerdotes deberíamos reflejar, en nuestro servicio, la imagen del buen pastor, y que no siempre lo conseguimos, pero nuestra fe nos dice que a pesar de la debilidad humana y en la persona del sacerdote presidiendo la comunidad es el mismo Cristo que actúa a favor del rebaño.
Pero no olvidemos que cada cristiano viene obligado a reflejar a Cristo, como buen pastor, amando como Él nos amó.
Citando de memoria San Agustín solía decir a sus feligreses, como bautizado soy igual que vosotros vivo en mí la dignidad de Cristo, pero en cuanto obispo tengo un encargo que cumplir estar totalmente a vuestro servicio para llevaros a los pies de quien es el buen pastor, Cristo Jesús.
Hagamos nosotros otro tanto desde el lugar que ocupemos en la sociedad y en la comunidad.
P. Miquel Bonet Nicolau C.R.
Aunque vivamos en la gran ciudad y la vida nómada y pastoril no forma parte de nuestra experiencia, la imagen del buen pastor no nos resulta tan extraña. Sabemos lo que significa dar la vida por los amigos, arriesgarse por las personas que amamos.
Jesús, se nos dice en la parábola, no es un asalariado que espera el final del día para percibir su salario y que poco le importa lo que lleva entre manos. Jesús es el buen pastor, porque lleva a buen término la función de cuidar lo que es suyo, lo que el Padre le ha confiado. Pastor y rebaño forman una unidad. Hay un conocimiento y reconocimiento mutuo. Una relación personal con cada uno. Podríamos aplicar al buen pastor lo que canta el salmista: Señor tu me sondeas y me conoces, cuando me siento y me levanto, todas mis sendas te son familiares.
Sí, él nos conoce, antes de que llegue mi palabra a mi boca, tú, Señor ya la sabes. Y porque nos conoce quiere guiarnos en donde podamos gozar de la vida, donde podamos alimentarnos y encontrarnos a gusto.
Peligros no nos faltan, la convivencia no es fácil, el lobo está al acecho para lanzarse sobre la presa, la más débil para conseguirla. Pero el buen pastor sabe también de toda esta realidad, ha pasado por la experiencia del rebaño, él se hizo cordero “y enmudeció cuando lo llevaron al matadero” y sabía que su vida entregada iba a llenar de vida a todo el rebaño.
Y porque nos conoce y sabe de los riesgos que corremos nos envía su Espíritu Defensor. El Espíritu que habita en nosotros para fortalecer la debilidad de nuestra carne,.
Jesús es el buen pastor que se entrega por nosotros y para nosotros y no olvidemos todos los mensajes que nos ha dado, entre otros, “así como yo os he amado, amaos los unos a los otros.
Es verdad que los sacerdotes deberíamos reflejar, en nuestro servicio, la imagen del buen pastor, y que no siempre lo conseguimos, pero nuestra fe nos dice que a pesar de la debilidad humana y en la persona del sacerdote presidiendo la comunidad es el mismo Cristo que actúa a favor del rebaño.
Pero no olvidemos que cada cristiano viene obligado a reflejar a Cristo, como buen pastor, amando como Él nos amó.
Citando de memoria San Agustín solía decir a sus feligreses, como bautizado soy igual que vosotros vivo en mí la dignidad de Cristo, pero en cuanto obispo tengo un encargo que cumplir estar totalmente a vuestro servicio para llevaros a los pies de quien es el buen pastor, Cristo Jesús.
Hagamos nosotros otro tanto desde el lugar que ocupemos en la sociedad y en la comunidad.
P. Miquel Bonet Nicolau C.R.
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