viernes, 13 de febrero de 2009

homilias

REFLEXIÓN BLÍBLICA . DOMINGO VI. 15-II-2009

La palabra correspondiente a la lepra sería algo así como una plaga en el sentido de llaga o herida infligida, como castigo de Dios.
Frecuentemente los hombres al largo de la historia al no explicarse ciertas cosas, entre ellas el origen de la vida, del sufrimiento, de la muerte o del mal en el mundo lo referían a Dios, como explicación de todas las cosas. Pensemos que todavía hay mucha gente que ante ciertas enfermedades o desgracias humanas, lo interpretan como castigo divino.
Pero si nosotros creemos en Cristo, estamos invitados a corregir ciertas concepciones, sobre todo las relacionadas con las enfermedades, como castigo de Dios.
Cristo, en el evangelio según san Juan, nos dice claramente, en el caso del ciego de nacimiento, que no se puede relacionar enfermedad y pecado, y que en toda situación humana se puede manifestar la gloria de Dios.
Jesucristo, imagen del Dios invisible, se compadece del que sufre cualquier clase de marginación. Para Dios no hay proscritos, todos son hijos de Dios y por lo mismo queridos, estén en la situación que estén. Es más tiene preferencia por los marginados, no para que sigan marginados, sino para reincorporarlos a la comunidad.
Somos los humanos que marginamos, que levantamos barreras, que nos queremos proteger y creamos las cárceles, los campos de concentración, los campamentos de refugiados, las murallas o fronteras, para defendernos.
Tal vez no está en nuestras manos, nuestras pobres manos, el poder irradicar de la faz de la tierra la marginación y el recelo de mirar a ciertos grupos como los causantes de todos los males o pensar que sufren “lo que se merecen”. No nadie está limpio de pecado.
Jesucristo nos invita a reconocer nuestro pecado, cada uno el suyo, y no acusar o juzgar a los demás. Y porque aceptamos a Jesucristo como revelador del gran amor de Dios, nos esforzamos para no sentirnos indiferentes ante el drama de la humanidad: “todo lo humano nos atañe”.
La mesa eucarística nos compromete a darnos a los demás, como Cristo se nos da. “No demos motivo de escándalo, por encima de nuestro bien busquemos el bien de los demás”.
Con la fe del leproso supliquemos al Señor que cambie nuestro corazón de piedra con un corazón de carne, que se conmueva ante la necesidad del hermano.
P. Miquel Bonet Nicolau C.R.
16:53:53
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05 febrero
HOMILÍA V DOMINGO T.O.C.B


DOMINGO V TIEMPO ORDINARIO. C. B. 8-II-2009

“Todo el mundo te busca”. ¿Por qué buscan a Jesús. Está bastante claro: porque enseña con autoridad. Es decir a sus palabras le acompañan los hechos, no son palabras vacías. Esto es lo que seguimos buscando los hombres y mujeres de hoy, y que han buscado, seguramente, los hombres y mujeres de todos los tiempos: Autenticidad. Y lo hacemos desde nuestra debilidad, podríamos decir, desde nuestra falsedad.
La vida tiene sus altibajos y nos puede pasar a veces, como a Job, que nos llegue el pesimismo “nos consumimos sin esperanza”, pensar que nuestra vida “no es más que un soplo”. Y como dice el refrán “Del árbol caído, todos hacen leña” o Las desgracias no vienen solas y nos puede asaltar el desánimo.
Pero cuando en estas situaciones se acerca alguien que te tiende la mano y ayuda a levantarte, hay un vuelco en tu vida. Olvidas los malos momentos y sigues adelante. Hay que sobreponerse. Hay que renovarse cada día y seguir buscando al “Maestro” y con él ir a las aldeas vecinas para proclamar la Buena Noticia y expulsar tantos espíritus malignos que nos oprimen, que esclavizan a la humanidad.
Con San Pablo sintámonos transformados por el Señor y démosle a conocer. Nosotros sabemos que él tiene poder para transformar nuestras vidas. Nuestras relaciones humanas. Él nos da su Espíritu liberador y nos da una amplitud de miras sobre todos los fracasos, sobre nuestras fiebres.
Él nos tiende la mano para que de nuevo nos pongamos de pié y presurosos nos dispongamos a servir al Señor en los hermanos. Al estilo de San Pablo hacernos “todo con todos” para ganar, como sea, a algunos. La fuerza del Espíritu de Cristo nos empuja a extender los valores del Reino y nuestra retribución es el mismo gozo de participar en Él.
Los hombres y mujeres de hoy “siguen buscando”, aunque a veces no sepan, que le buscan a Él. No quieren renunciar al bienestar, a la salud, a un mundo más solidario, en donde se pueda respirar aire puro y eliminar tanta contaminación, sea de lo que sea. Hay que expulsar, echar fuera o transformar lo que pueda dañarnos, ya sea en las relaciones personales o entre los pueblos. Hay que superar o expulsar los espíritus que dividen. Hay que lograr la unidad entre todos los pueblos de la tierra. Cristo con su muerte y resurrección nos manifiesta cómo Dios esta por esta labor y se a acercado a nosotros en la humanidad de Cristo glorificada.
Los que así lo creemos nos esforzamos en hacerlo realidad “tendiendo la mano” al hombre enfermo, al hombre postrado para que pueda levantarse y redescubrir su poder de servir a los demás. Solidarios por un mundo más justo. Expulsemos el egoísmo que nos esclaviza.

P. Miquel Bonet Nicolau C.R.

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