martes, 28 de abril de 2009

HOMILIA

17 abril
HOMILIA . II DOMINGO DE PASCUA. 19 DE ABRIL 2009
II DOMINGO DE PASCUA C.B

Celebramos la muerte y resurrección de Cristo. Ambos acontecimientos pertenecen a la historia de la humanidad, pero así como la muerte en cruz estaba patente ante la multitud, de la resurrección no tenemos ningún testigo humano directo, pero la noticia corrió “como un reguero de pólvora” y su explosión ha llegado hasta nosotros.
El Resucitado se hace presente, se “aparece” a los discípulos y lo pueden “ver”. Así desde aquella mañana, el primer día de la semana, empezó una nueva relación en aquella comunidad de seguidores de Jesús. Ella misma se convirtió en un signo de la presencia del Resucitado en el mundo. Ella misma con sus palabras y con hechos daba testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor.
Del costado de Cristo brolla agua y sangre, de él nace la Iglesia, la comunión de todos los creyentes, de aquellos que hemos sido purificados por el agua y el Espíritu en el bautismo y alimentado con su sangre, con su vida, en la eucaristía.
La Iglesia de la que formamos parte nosotros y que de una manera especial nos reunimos “el primer día de la semana”, el domingo, puede que a veces también con nuestros miedos, con nuestros cansancios, con la incomprensión del mundo que nos rodea. Y en este nuestro encuentro, en nuestra reunión se hace presente el Señor, recordándonos su mandato: Como el Padre me envió os envío yo, al mundo entero y nos da su Espíritu para que perdonemos los pecados, para que seamos en la sociedad hombres reconciliados y reconciliadores.
La eucaristía es el signo de la vida misma de Jesús, el Cristo, y de sus actitudes. En ella resuena, o debería resonar en nuestro corazón la última Cena, su entrega total: “Habéis visto lo que he hecho con vosotros, haced también lo mismo”. El Maestro a los pies de los discípulos, él no vino a ser servido, sino a servir y dar la vida. “Como yo os he amado, amaos vosotros unos a otros”.
Una vez más quiero recordar aquellas reflexiones de un obispo francés que escribió en un libro titulado “Iglesia que no sirve, no sirve para nada”, para esto estamos también los cristianos en el mundo para servir. “A Dios y a usted” se nos enseñaba a decir en nuestra infancia.
Como te llamas?
Miguel B.N. para servir a Dios y a usted.
Estas cosas ya no se enseñan, pero lo peor es que se viven poco.
Los que vamos entrando en años nos podríamos preguntar ¿Qué preferimos servir o ser servidos? En la respuesta de cada uno se reflejará que sintonía tenemos con Cristo. El dijo con toda claridad. “He venido para servir y no para ser servido”
Seamos servidores y dejémonos servir, pero ¡cuidado si sólo queremos ser servidos.!

P. Miquel Bonet Nicolau

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